Con ésta belleza de cielo nos recibió Paraguaná el domingo pasado cuando llegamos a Punto Fijo a golpe de 6 y media de la tarde. En una gama desde el dorado hasta el violeta, con una brisa tibia y persistente.
Un ocaso lento, orgásmico, de esos que no te cansas de ver, de los que no quieres apartar los ojos, de los que te dejan el alma inundada de una paz infinita o de un barranco sin fondo según el mood.
Quedé agradecida aquella tarde por haber disfrutado semejante lienzo. Finalmente por insistencia del pichurro saqué la cámara a toda carrera y tomé la foto y qué bueno que la tomé, porque cada vez que la veo me transporto a ese momento, a esa brisa, a esos colores, a ese aroma de mar.
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