Desde chiquita uno de los sueños infantiles de tener muuuucha plata era poder contar con mi peluquer@ particular, que todos los días me peinara, me secara el pelo, en fin esas cosillas que las mujeres conocemos bien.
Pues bien, aunque actualmente no tengo muuuuucha plata como soñaba de chamita, sí tengo una muchacha que viene a la casa una vez a la semana o cada 15 días y me acomoda el pelo chévere, me hace tinte o reflejos (según mi ánimo) y seca el pelo de lo mejor, además la mujer es super solidaria con el precio. Total que no me puedo quejar, viene a mi casa, me peina bien, cobra barato, no tengo que esperar ni hacer citas en la peluquería, eso sí, no sabe cortar pelo, es lo único que le falta para ser la perfecta peluquera a domicilio.
Con todo esto todavía tengo que ir a la pelu de vez en cuando a cortarme el pelo (no he podido jamás decirle "cabello"), cosa que tampoco me disgusta y eso que no he tenido hasta ahora la suerte de mariannextreme de encontrar un lavacabezas de sueño. Una vez que he conseguido un/a buen/a peluquer@ en las ciudades donde he vivido soy asidua de la misma peluquería hasta el final de mi estancia en dicho sitio.
Particularmente me encanta entrar como cenicienta y salir como una princesa y además ver ese mujerero en igual condición que uno, viendose mil veces en el espejo mientras les pintan el pelo, dígame si a uno le hacen reflejos con gorro, pareces una muñeca a la que le estan insertando pelo nuevo. La mayoría sale contenta, salvo mi prima, que no hay vez que no pelee con quien la está peinando: que no le jale tanto el pelo, que no le gusta secado así, que le quedó aplastado, etc, etc.
También he aprendido que si te va bien con un peluquero no significa que le va a ir bien a toda tu familia o amigas, no hay nada más jodido que recomendar y luego sale el tiro por la culata porque a fulana o sutana no le gustó lo que le hiecieron y vienen los comentarios "mira la cagada que me hicieron" "esta tipa me jodió el pelo, tiene mala mano".
Siempre recuerdo una tía a quien llevé en Bogotá a la peluquería que yo frecuentaba y en la que me iba perfectamente bien siempre. Entramos al local y yo le señalo a mi peluquero, a mi tía la aborda otro peluquero, comentan lo que ella quiere hacerse y una vez que la veo en ambiente me voy a lavar el pelo, cual no sería mi sorpresa al regresar cuando la veo sentada en la silla en la que yo me disponía a sentarme y siendo atendida por mi peluquero. Le pregunto el por qué del cambio y ella me responde: "no sé, el tipo me dió mala espina, tiene mirada rara y no sea que me vaya a cagar el pelito, ese no debe saber ni cortar"...no pude más que soltar la risa. Se pasó el resto del rato avergonzada con el primero que la iba a atender por ese cambio intempestivo de opinión y luego que vió que el pobre hombre sí arreglaba bien, más pena todavía.
Finalmente hoy disfrutaré de mi condición de princesa recien salida de la pelu, pues acabo de llegar de cortarme el pelo. Hoy cero gimnasio ¡¡para no sudarme!!
Abur.-
2 comentarios:
Me pregunto si usted leyó mi comentario en su post "Cambios".
Lo coloqué allí por que no dejó su e-mail en su comentario sobre mi post del domingo.
Reciba saludos del NO cedulado...
Pos yo creo que somos muchos los que nos pegamos a una peluquería y no la dejamos hasta que el peluquero se muera o se mude.
Yo llegué a la conclusión incluso que a mí me tenía que afeitar un peluquero de los "delicados", es decir, un peluquero gay, después de lustros de ser trasquilado por barberos de poca y mucha monta, debido sobretodo al hecho de aferrarme hasta con las uñas al principio de macho que se respeta no se deja tocar el cabello sino es un barbero viejo, italiano y con navaja afilada en un taller mecánico. Ahora me veo más decente, pero igual me da medio vaina cada vez que voy a la "peluquería".
:-)
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